jueves, 18 de noviembre de 2010

Décimo Primer Relato- Nuestra Oficina

Este es mi Décimo Primer Relato, pero lo interesante de el mismo es q también es el primero q hago en forma de colaboración.Creo q la combinación de matices le da un sabor por demás extraordinario. Disfrutenlo

Acudí a la oficina vecina donde trabaja mi "amigo", como una de tantas veces, estábamos solos...Entre mil preguntas, abrazos, besos tiernos y un ligero jugueteo empezamos a platicar.

El sabía que yo escribía en un blog pero nunca se lo había mostrado,pero la situación lo meritaba. Por primera vez me animé a mostrarle los dos relatos anteriores que tengo publicados y los leyó con calma. Observaba como inconscientemente su respiración se agitaba. Solo volteaba a verme con una cara de placer disimulada y me decía:

- Amiga están increíbles!
Aunque yo sabía que dentro de su cabeza cada palabra y acción que leía las relacionaba con mi cuerpo, mi cara y su ser....

Yo no podía aguantar siempre lo he deseado, su forma de ser, su intelecto y ese físico atlético siempre me han parecido demasiado atractivos y seductores. Yo solo observaba como se ponía nervioso, y excitado... La verdad yo ya no aguantaba más, la soledad, la oficina, los relatos todo era perfecto.... El voltea a verme y con una voz que me mató me dice que destilaba sexualidad en cada palabra que ahí podía leer y que además podía olerme en ese momento como destilaba feromonas...

Sin pensarlo más, me levanté de la silla donde yo estaba sentada y me senté sobre sus piernas, en ese momento lo empecé a besar de forma frenética. Él empieza morderme los labios, cosa que a mi encanta. Me agarró fuertemente de las caderas tocándome y tratando de arrancar la falda y las medias de encaje que llevaba puestas....


No puedo creer que esto haya sucedido. Y menos de la manera en que pasó. Como un ritual, ella me visitó en mi oficina para compartir el café y los pormenores del fin de semana, pero esta vez algo fue diferente. Algo me dijo internamente que cerrara la puerta. Algo le dijo que me mostrara sus relatos. Siempre creí que sus ojos de inocencia escondían algo más, un mensaje que, en realidad, sólo necesita la correcta interpretación, pero no me atrevía a intentarlo. El hecho de que ella trabaje justo en la oficina contigua, sumado a mi natural timidez siempre me ha obligado a esconder la atracción que siento por ella.

Ella me había platicado alguna vez del blog en el que escribe, pero en realidad nunca habíamos entrado en detalles acerca de qué se trataba, así que cuando me mostró los dos relatos que había publicado ya, me asombré y de alguna manera sentí que los personajes no eran elegidos al azar, sentí que me hablaba a mi, que hablaba de mi. Era en ese momento o nunca, tenía que decirlo, hacerle saber lo que pienso acerca de lo que estaba leyendo, acerca de ella, de nuestra situación. Aún con el calor que ya empezaba a sentir, con lo nervioso que me encontraba, logré decirle, entre labios que temblaban, cómo en ese momento la encontraba más atractiva e incitante que nunca…

Cuando se puso en pie, esperaba lo peor, un reclamo, un grito, algo que castigara mi atrevimiento, pero cuando se acercó a mi noté en sus ojos que la intención era otra, sin poder apartar mi mirada de esos ojos, obscuros y penetrantes, los nervios fueron sustituidos por una excitación y una emoción que nunca había sentido. Al sentir sus labios sobre los míos, ligeramente húmedos, suaves y evidentemente excitados, no pude contener el deseo de morderlos, tratando de llenarme de ellos, y mis manos comenzaron a moverse como por voluntad propia, procurando dejar al descubierto toda la sexualidad que escondía bajo su ropa de oficina. Con fuerza la apreté a mi cuerpo, como si intentara fundirla a mi piel, que dejáramos de existir como dos seres por separado, para ser un solo cuerpo, un solo deseo, una sola pasión.


No sé en qué momento sus manos estaban ya bajo mi falda y las apretaba más y más a cada segundo. Sus besos me devoraban. Después de besarnos locamente, me detuvo y me pidió que hiciéramos el amor. Sin pensarlo más. Seguía llegando gente en la planta baja, pero no me pude aguantar más. En ese momento lo tomé de la mano y lo llevé al baño de la oficina.

Entramos y cerramos la puerta con seguro. Levantó mi blusa y me quitó el brassiere, dejando al descubierto mis senos de piel blanca adornados por mis pezones rosados, me los beso de una forma frenética como si se los fuera a comer, me mordía los pezones. Y eso me podía encantar, no podía ya evitarlo más, estaba mojada a un punto casi casi... de locura... Sin decirme más, me levanto la falda mientras me seguía besando sin parar. Yo, como pude, quité su cinturón y desabroché su cremallera, quedando los dos solo en ropa interior.

Me agaché y empecé a besar su sexo por completo y lentamente. Sólo podía escucharlo, como gemía, como lo gozaba... Lo seguí chupando y pasaba mi lengua caliente y húmeda por todo su miembro. Él seguía gimiendo. Eso me tenía absolutamente endiosada, como poseída por algo que no podría explicar. Parece que él no podía contenerse más y me tomó suavemente del cabello y me levantó de donde yo permanecía de rodillas desde hacía ya algunos minutos, gozando de un sexo oral indiscutiblemente genial.

Me puso contra el lavabo, mirando de frente al espejo y me penetró de forma desesperada y tal vez un poco violenta. Pero yo lo entndí, él ya no aguantaba más y yo tampoco y sólo podía sentir su cuerpo golpeando contra mi cadera, mis piernas pegando contra el borde del lavabo. Su pene entrando y saliendo sin el menor problema. Yo estaba húmeda, sé que eso facilitaba las cosas. Cada vez me penetraba más rápido.

Y en cuestión de unos segundos, intensos, sentí como me llenaba de su semen caliente, cómo gemía de placer... los dos ahogados en un tremendo orgasmo. Me abrazó y me besó mi espalda.

A partir de ese momento, las palabras estuvieron de más, no había necesidad de describir todo el tiempo de reprimido deseo, al sentir su agitada respiración en mi cuello me di cuenta de que habíamos llegado al punto sin retorno, pero honestamente, yo no pensaba en volver atrás. Nos miramos a los ojos durante un segundo, sólo un segundo, que encerró años, un silencio que habló por los dos, y, con una sonrisa cómplice de quien está por fin despojándose de prejuicios y ropas, me llevó al baño, cerrando la puerta detrás de ella y asegurándola.

Nos besamos nuevamente, esta vez con más fuerza, mientras ella hacía a un lado mi corbata para descubrir mejor mi cuello y poder llenarlo de besos, al tiempo que sus manos libraban una batalla encarnizada con mi cinturón, la que a base de insistencia y deseo logró vencer, encontrándose de frente con la reacción de mi cuerpo ante los embates de su placer. De rodillas, tomó mi sexo en sus manos, y su boca continuó lo que en miles de fantasías había iniciado, y fue justo como lo había imaginado… o mejor. Quería guardar la compostura y seguir en silencio, pero no podía, era el momento más excitante de mi vida y no podía dejarlo pasar tan a la ligera. No podía más.

Con un movimiento delicado pero firme la levanté, su mirada dejaba ver que no quería desperdiciar ni un solo instante antes de hacerme el amor, así que sin aviso, la puse de frente al espejo, con sus manos en el lavabo y la penetré con fuerza, para sentir como la parte interna de sus muslos golpeaban mis piernas, y tener las manos libres para acariciarla a placer. En un intento por ahogar los gemidos que inevitablemente empezaban a llenar el aire, tomó uno de mis dedos y lo llevó a su boca, donde, con labios y lengua, jugó con él, por largo rato.

Ambos sabíamos que este encuentro debía ser rápido, sin embargo, nos concentramos en disfrutarnos mutuamente, dejando fluir el sentimiento que mutuamente guardábamos desde hace ya tanto tiempo, haciendo que el tiempo se detuviera, yo sentí que nos encontrábamos en un mundo que era sólo de nosotros, un mundo en el que el tiempo y el entorno perdieron todo significado, no había nada ni nadie más alrededor, sólo su cuerpo, mi alma y un inmenso placer que llenaba el aire como música. No pude más, el orgasmo me alcanzaba inevitablemente al sentir como su espalda se contraía en el espasmo que inequívocamente delata que su propio orgasmo está por explotar en su interior. Estallamos juntos, intentando, sin mucho éxito, ahogar nuestros gemidos.
Así, de espaldas, sólo pude abrazarla y besar su nuca, aún estando dentro de ella y sintiendo el calor que el mutuo orgasmo generaba.

Con voz temblorosa, en su oído, le pedí que narrara nuestro encuentro en su blog, y que supiera que, mientras lo hacía, estaría yo en su mente, dictando las palabras que describieran lo perfecto de ese momento...

Besooos!!! Fanny!!!

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