jueves, 25 de noviembre de 2010

Décimo Segundo Relato: Fotografía



Me pidió que me desnudara para comenzar la sesión. Lo hice mecánicamente, como tantas veces, mientras él colocaba su equipo y ajustaba la iluminación ajeno a mi progresiva desnudez. No me demoré mucho tiempo pues yo llevaba puesto un vestido negro y corto de tirantes que me llegaba a la rodilla, mi ropa interior y sandalias. Nada de pendientes, anillos u otro tipo de adornos, tal y como me habían pedido.

Cuando estuve lista, me invitó con la mirada a que me sentara en un espectacular sofá rojo de diseño moderno, casi futurista. Parecía que a él le quedaba poco para estar preparado. Me senté cruzando las piernas hacia un lado encima del sofá.

La empresa para la que trabajo de modelo me había ofrecido este trabajo porque reunía la serie de requisitos que demandaba el fotógrafo. Debía ser una chica de aspecto muy juvenil, con pechos redondos, con piel blanca pelo quebrado y agraciada sin maquillaje. No se trataba de una sesión de fotografía publicitaria a las que yo estaba acostumbrada. Al parecer, el cliente era un conocido fotógrafo creativo y pedía cosas muy concretas...

- ¿Empezamos? – dijo sin esbozar ni media sonrisa.


Estoy tan acostumbrada al buen trato, aunque sea forzado, de las sesiones publicitarias que aquella frialdad se me hacia contraproducente.

- Tú dime – lo tuteé tímidamente.
- Quiero hacer solamente una fotografía, aunque haré muchas tomas y nos llevará un rato. Te lo digo porque vas a pasar frío. Mi idea es poner el aire acondicionado bastante fuerte. ¿Alguna pregunta?
- Ninguna.

Sí que tenía algunas preguntas en la cabeza pero decidí fiarme de su criterio y dejarme llevar. Por alguna extraña razón, aquel hombre austero en su trato me despertaba cierta curiosidad. Diría que me parecía un hombre interesante. Incluso atractivo.

- El tipo de fotografía que quiero lleva una notable carga erótica, como supongo ya te han dicho. Eso significa que tengo que colocarte y tocarte de forma muy íntima – hizo una larga pausa buscando mi reacción la cual no llegó - Puedes negarte si quieres pero la sesión habrá terminado en tal caso.
- Claro – dije sin dudar fiándome de aquel caballero.

El estudio ya estaba a baja temperatura pero él aumentó la potencia del aire acondicionado hasta ponerme la piel de gallina. Era lo necesario.

- Por favor, siéntate en el centro del sofá lo más cerca el borde, las piernas ligeramente abiertas y apoyadas en el suelo.

Su voz empezaba a ser más dulce y obedecí con el firme propósito de ser una buena profesional. Se situó a mi espalda tras el sofá, me colocó una mascara de latex y me agarró el pelo. No veía nada a través de la mascara puesto que no tenia abertura para los ojos. Lo importante es que podía respirar con facilidad.
Se arrodillo a mis pies y pude intuir que atraía hacia si mismo una hielera que yo había visto minutos antes. Sin decirme nada, sentí como frotaba pequeños cubitos de hielo en mis pezones.

- Sigue frotándote en intervalos regulares mientras coloco tu cuerpo para comenzar.

La sensación de frío se acrecentó por el hielo y mis pezones sufrieron una brutal erección. Lo siguiente que hizo compensó un tanto mi calor corporal.
Con delicadeza, aplicó sobre mi sexo una especie de aceite con olor a azahar. Lo hacía desde los labios mayores y hacia adentro, con suaves movimientos circulares. Me abandoné a tal suerte y recibí a cambio un progresivo placer.

- Necesito que tu sexo esté lubricado y de la manera más fiel a la realidad, como si estuvieras a punto de tener un orgasmo.

A esas alturas, yo ya estaba pensando que el aceite ya no era necesario. Estaba muy excitada. Y sorprendida. Una parte de mi no sabía que pasaba y quería detenerse, la otra parte que obviamente ganó, quería más.

Me quitó los hielos casi derretidos, me secó las manos y las lágrimas de hielo que corrían por mi pecho.
–Te voy a dar un espejo que sujetarás con ambas manos a la altura del ombligo y debes intentar levantar un poco la pelvis para que se vea también tu trasero sobre el borde del sofá.-Me susurró cálidamente cerca del oído.

Yo simplemente obedecí. Siguió aplicando lentamente el aceite por mis labios mayores y menores pasando a continuación por mi perineo, regresando a mi sexo que lo esperaba con ansias. Mi excitación era máxima, supongo que por lo extraño de la situación.

- Ahora, tienes que estar muy quieta durante unos minutos, por favor. Haré una cuantas fotografías – dijo mientras notaba que su voz se alejaba.

- Eres preciosa y deseable,la cámara lo sabe, así que quiero que juegues con ella muévete libremente. Espero que entiendas lo que quiero decirte. En cualquier caso, "déjate llevar".

Sus palabras convulsionaron un cuerpo que por primera vez frente a una cámara no sabía como moverse. Sentía los flashes a través de la máscara, pero me concentré en lo que me había dicho. Pensé en la potencial fotografía expuesta en una galería, a la vista de mucha gente… y me gustó.

Las modelos poseemos una inevitable vanidad, aderezada, en esta ocasión, con un erotismo más salvaje y menos comercial. Me empecé a soltar y a "dejarme llevar" hasta que de repente me encontré muy lúcida e imaginativa aderezando las posiciones que me pedía el fotógrafo.

- Lo estás haciendo muy bien, eres una diosa. Cualquiera moriría por poseerte, te lo juro. Te necesito al borde del deseo.

Se acerco a mi y pude sentir como acercaba su cabeza a mi vulva. Sentí su respiración caliente y un líquido tibio cayo entre mis piernas. Estaba dejando caer su saliva con cuidado y precisión, sin tocarme. Su saliva y mis fluidos recorrían todo mi sexo hasta llegar a mis muslos, perdiéndose entre mis caderas. Era una sensación muy excitante, sin duda.

- Quiero que explotes, es tu momento – me dijo con ternura mientras pulsaba vertiginosamente su cámara.

Se alejaba poco a poco.

Yo no podía creer la excitación que tenía en mí interior, deseaba sentir algo dentro de mí poseyéndome en ese instante, pero a la vez el hecho de no tener algo satisfaciendome como quería me llevaba al borde del placer. De repente y estrepitosamente mi cuerpo se tensó y sentí un confortable calor repentino. No lo podía creer, explote como nunca... Solo podía sentir como se me mojaban los muslos, mis piernas, mis tobillos, mis caderas...

Suspire... me quede quieta, extasiada, empapada, satisfecha...

- Hemos terminado. No te muevas.

Con una toalla me secó tiernamente. Después me quitó el espejo de las manos y me las puso con dulzura sobre mis costados. Por último, se colocó de nuevo tras de mi y me despojó de la máscara.

- Cuando quieras, pero sin prisa, puedes ir vistiéndote. Has hecho un trabajo excelente – me dijo dándome un suave beso en la mejilla.

Ya vestida, me pidió una dirección de correo electrónico para mandarme alguna copia de las fotografías...

Días después tenía en la pantalla de mi computadora, la fotografía más erótica y bonita que jamás había visto. Mi cuerpo estallando en placer, empapado, captado en su momento más sublima e indefenso...
Y, por fin, pude ver la máscara que me había puesto aquel día. Era una fiel reproducción de su cara d, que se ajustaba perfectamente a mi contorno y mi cabello...

Ahora entendía el concepto de aquella fotografía, facilitado también por su título:

AUTORRETRATO...

Besooos!!! Fanny!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario